martes, 14 de enero de 2014

Motivarte tú a ti mismo



                                       ¿Cómo motivarte tú a ti mismo?

1.    Asocia el acto de estudiar con algo positivo.
Estudia y después… una recompensa. Asociamos estudiar y un pequeño premio como puede ser un zumo, o puede ser una llamada de teléfono al novio/a, un capítulo de tu serie preferida, o un paseo por la playa.

2.    Crea una rutina en tu vida.
Aunque pueda sonarte a “rollo”, piensa que sólo si tienes unos hábitos casi cronométricos obtendrás unos resultados regulares y satisfactorios. Tu cuerpo se vuelve más productivo cuando asume que hay unas horas destinadas al sueño, otras a las comidas, otras al ocio y otras al negocio (en este caso el tuyo son los estudios). Con esto, la pereza que te da sentarte en la silla desparece.

3.    Silencio, se piensa.
Cuando hinques los codos en la mesa no se tiene que oír ni el pensamiento de una mosca. Trabajamos con los sentidos, y aunque puedas llegar a desarrollar inmunidad al jaleo, lo mejor es que en ese momento disfrutes de escucharte. Debes ver el “estudiar” como algo que te está elevando intelectualmente.
Si te distraes con música, por ejemplo, es posible que tengas que leer dos veces lo que hubieras comprendido en una.

4.    La motivación es un porcentaje alto.
¿Por qué lo haces? Lo haces porque para ti es importante ¿O lo haces porque alguien te obligó a hacerlo? Si alguien te dijo que tenías que hacerlo y no te motiva seguir, piensa que a lo mejor estás optando por una profesión que no se ajusta a ti. Piensa en las consecuencias positivas de tu estudio, esto te motivará.

5.    Aprovecha bien el tiempo y deja que te sobre tiempo para otras cosas.
Cuando haces las cosas bien no tendrás que hacerlas dos veces. Trata de organizarte tu tiempo de estudio. Estudia siendo consciente de tus actos, aprovecharás mucho más tu precioso tiempo. Es tan importante que te concentres como que abandones la luz del flexo y salgas a divertirte.

6.    No dudes y pregunta.
Cuando tengas una duda pregunta cuanto antes. Ponte en contacto con el tutor, con el profesor o algún compañero que te dé las claves de aquello que no has conseguido descifrar. Pasa a otro tema mientras lo resuelves, pero no lo pierdas en el tiempo: pregunta, avanza, resuelve, sigue…

7.    Estudia en el momento del día adecuado.
No es bueno estudiar en la última hora del día, pues tu cuerpo está exhausto del ritmo diario. Tampoco es bueno levantarse y sentarse en la silla mientras te quitas las legañas. No es bueno estudiar después de comer, pues te da sueño y la sangre se va toda al estómago para hacer la digestión. ¿Entonces cuándo?
Puedes estudiar en la mañana, pero si has madrugado y has hecho algo de ejercicio, tu cuerpo se encontrará activo. Dar el salto de la cama al libro no es bueno, pues tu cerebro necesita ponerse en marcha. Lo mismo si después de comer tienes sueño, una breve siesta de veinte minutos y ¡a estudiar! Hacerlo por la noche es un tema más complicado, pero en ese caso te recomendamos que te acuestes temprano y lo hagas el día siguiente. Este último aspecto depende del estudiante. Hay un dicho que dice “lección dormida, lección sabida”…

8.    Duerme lo suficiente.
Tanto para encontrar el momento adecuado, como por establecer una rutina, es indispensable que tu cuerpo se encuentre en forma. Mens Sana In Corpore Sano, que quiere decir que para que tu mente esté sana tienes que haber dormido lo suficiente porque dormir evita el envejecimiento físico y psíquico. Lo habitual son 8 horas de un tirón.

9.    Lee mucho.
No es nada nuevo aquello de “leer te hará más sabio”. Pero además, con el hábito de leer aumentarás tu capacidad de entender las ideas, estimularás tu imaginación y eso acelerará tu capacidad de comprender conceptos. No te apures, no tienes por qué leer a Proust o Kierkegaard.

10.    Vía de escape creativa: dibuja, escribe, modela, baila.
Estudiar algo mecánicamente tiene un precio intelectual bastante elevado. Si quieres que tu mente se libere, puedes realizar una pausa cada 45-50 minutos de estudio y desconectar. Las actividades creativas relajarán tu mente. Hacer dibujos en un papel o pintar en un lienzo, bailotear un par de canciones, jugar con plastilina, modelar con arcilla… cosas que dejen que tu mente diga: “ufffff”.

Sin duda alguna, no hay mejor motivación que obtener buenos resultados, pero si los buenos se hacen de rogar, al menos ten las técnicas para lograrlos. ¡Ánimo!